Estos días atrás, hemos vivido unos hechos que se me antojan que no tienen mucha explicación. Madrid, Logroño, Barcelona, León…. han sido víctimas inexplicables de conductas nada ejemplarizantes por un grupo de jóvenes ( más o menos numerosos) que se dedicaron a destruir, como señal de protesta, todo el mobiliario urbano que se encontraron a su paso. Eso me recuerda que cuando era pequeño y me enfadaba le daba un puñetazo a la pared como si esta tuviera la respuesta a mi enfado o cabreo.
Yo no voy a discutir si estos jóvenes tenían o no razón. Algunos les tacharon de radicales extremistas de diferentes partidos. Igual es verdad, pero no lo que no acabo de entender es la postura de sus progenitores hacia sus hijos. Seguro que en sus casas, como en la mía, se comentó la actitud incívica de estos muchachos y me gustaría saber cuál es la postura de sus padres en esos comentarios. Si se alienta o alimenta ese tipo de actitud, no se está siendo responsable con uno mismo y con el prójimo.
De responsabilidad nos habla el evangelio de este fin de semana. Nos habla de estar atentos a los acontecimientos de la vida que nos han de marcar el devenir de nuestra forma de actuar. Las vírgenes que quemaron el aceite antes que llegara el esposo, no tuvieron la responsabilidad de estar atentas a los acontecimientos que la vida les iba deparando.
Este fin de semana celebramos el día de la Iglesia Diocesana. Quiero creer que mi Iglesia, esa que tiene tantos defectos, pero a la que quiero con locura, también es responsable o por lo menos lucha por ello. Lucha por no dar mal ejemplo a aquellos que están esperando la mínima – cual coyote con la presa débil – para echarse encima. Quiero a mi Iglesia con defectos, pero que es capaz de levantarse ante las adversidades, que reconoce que se equivoca y vuelve a recuperar el rumbo. Seguir leyendo